Soren peñalver-Poetas del mundo


Soren Peñalver: Albudeite Murcia 1950

Poeta de la revolución cultural (siglo xx)
Creció entre libros
Nace en Albudeite en el seno de una familia de clase media. Desde muy joven acusa una inclinación hacia las artes en general, y la literatura en particular.
En su infancia se embebe en la lectura de libros que hablan de lugares remotos, lo cual le empujaría, a edad muy temprana, a emprender periplos en torno al mundo clásico.
Su devoción por lo remoto, se puede decir que ha marcado tanto su obra como su vida.
Huida de lo convencional
Atraído por la aventura contracultural se marchó a Londres, París y finalmente a la Provenza. Luego, incansable, recorre el mundo árabe, cuando para la mayoría de europeos suponía un tabú cultural.
Regreso a España
Siempre a caballo entre Madrid y Barcelona, se codea con los consagrados de la literatura, Jaime Gil de Biedma y Francisco Brines. En esta época, en plena juventud, trabaja en el mundo del teatro y el ballet.
Con el Ballet Nacional, bajo la dirección de Víctor Ullate, presenta en Granada la obra inspirada en Turina, La Sinfonía Sevillana; y con Hans Sitto y Hugo di Perna el ballet, L¿isola dei Morti (La Isla de los Muertos), que se estrenaría en Venecia.
En el teatro no sólo actúa, sino que también diseña: en Edipo Rey, Los carboneros, y Los Autos Sacramentales de Calderón.
Exilio voluntario a Grecia
Establece su residencia en Grecia, más concretamente en Atenas, con el objeto de estudiar griego.
Pasó su estancia entre la realidad de la ciudad y lo que pudo arrancarle al mito, que permanece presente y tangible en este país. Las islas de Lesbos y Creta le acogen y en su agreste paisaje se siente como en casa.
Una llamada de su pueblo natal le devuelve a Murcia. Debe acudir para cuidar a un familiar que le necesita. Con gran dolor partió de una tierra que había amado y en la que estaba dispuesto a permanecer para siempre.
A su regreso se refugió en la extensa biblioteca familiar. El recuerdo de Atenas hacía más difícil la vida en el Rincón de Seca, una pequeña pedanía murciana. Afortunadamente, poco a poco la silueta de Grecia se disolvió en las tranquilas aguas del río Segura. La adaptación se había consumado. Ya a gusto con su nueva piel, Soren Peñalver se concentró en excitar la vida cultural murciana.
Trabajo en la crítica
Comenzó su labor como articulista en periódicos regionales y en la Opinión de Rabat. Su espíritu generoso, le llevó a compartir en los Diarios Cretenses las experiencias de su estancia en Grecia. Estos ensayos de tranquila lectura, envuelven al lector en el aroma y color mediterráneos; a través de ellos se puede tocar la piedra, la gente y el agua de estos pueblos. Pero fundamentalmente realiza crítica literaria.
Junto a José Fructuoso y FranVoise Mallier coordinan la revista Postdata. Siempre convocado en los actos culturales de la Región de Murcia, intervino en el III Congreso Internacional sobre Ibn Arabi, leyendo su poema El Sartal del Ruiseñor. Este largo poema narra un viaje geográfico por tierras de los sufíes, alcanzando un tono místico.
La obra latente
Ha escrito diversos libros de poesía, todavía en parte inéditos. Muchos han trascendido en su círculo de amistades, que es tanto como decir que lo han leído poetas de medio mundo. Bajo títulos como Un simposio Nocturno, Anna Perenna, Libro de Uriel, Dedicatorias y undécimas, Amantes et errabundi, La Joven Sibila, Como soñamos, Origen único, Eugenios, y otros, se ha ido creando un corpus de poemas que ha titulado La Belleza y La Pobreza. Numerosas revistas han publicado parcialmente estas obras.
Además es traductor de la obra de otros poetas en varios idiomas

Era el mar en los ojos de un niño de la mano del padre por primera vez contemplado. Fue luego la mar abismal de los versículos bíblicos, los epitafios solemnes de Nantucket; los indómitos mares de Melville. La mar de las óperas de Britten, de los coros oceánicos de Delius; fragor exultante como los cantos de Whitman. Visión desnuda a la luz de los días, presencia con las noches vestida: el estático mar de las fotografías donde aparecemos, son risueños y enfundados en oscuros abrigos con centelleantes botones; juntos los rostros que salpican el olear de sus maternas aguas. Es el mar íntimo de una dedicatoria que yo deseé escrita por tu mano al pie de un retrato de Cernuda, éste que siempre presidiera la estancia por ti ocupada, y con su proyección inundaba la mar de la mañana, el mar desbordado por la luna. La mar de estos versos que nunca habrán de envejecer ni morir como la pasión, como nosotros: El mar, única criatura que pudiera asumir tu vida poseyéndote… Soren Peñalver.

APHRÓS

A Diana de Paco Serrano

Según creen cosmoquímicos y geólogos,
el agua vino a completar en la tierra
el proceso de su formación.

Amada muchacha, mientras lejos estás
duermo yo ideando cosas bellas, blancas,
ligeras -nubes, plumas, espuma-.

Por la desierta orilla, en el pleamar,
la luna baja sigue el constante
devanar y deshilar de las olas.

E hizo en el mar, en los océanos, su aparición
la espuma, de origen celeste, divino.

De Itea a Delfos, a Castalia, ya juntos,
subimos. Tus ojos en la noche nos guían.


Acerca de la simplicidad del edén



Contesto ahora a tu extrañeza
de hace algún tiempo, cuando aludías
a la forma aletargada con que mis días
allá se consumían, invernando entre libros
al amor engañoso de la lumbre del pasado.
Tú hacías hablar al Genio de la Vida,
con líricos argumentos que parecían
sacados del “Gulistán” clásico persa:
“Ignoro por qué Cósimo no está aún
en Ispahán, porque le debo tener allí
esta noche, como siempre”. Preciosísimo
amigo, no sé si calculaste aquellas
palabras tuyas y su interrogante
persuasiva; pero al fin aquí me tienes,
bajo el frondoso badianero cuya anisada
semilla estrellada cae a las tazas
de nácar donde humea el café recién
servido. Más, ¿que añadir a lo que la vida
expresa? “Yasamak güzel sey arkadasim!”

(Exclamación en turco que significa: "

¡Hermoso es vivir, amigo mío!)

La lluvia de un día

Cae, cernida y sin avisar, sobre la gente
que todavía no corre. Todo se empapa
de su antigüedad renovada. Es la misma
que aviva los colores de otro día, y cayendo
sobre Cartago precipitada (la escena es
de Flaubert, pero, además de recreación
literaria, es también un cuadro de Nicolas
de Staël, y, además, otro, expresionista,
de Franz Marc, con los anegados campos
de Verdún en su último anochecer, en 1916,
y que quedó permanente en su retina).
Cae,
de pronto, con fuerza, curioseando
en los rincones más secretos, las alturas
imposibles, los cuerpos y las almas. Entra
en las citas íntimas, las soledades, los gestos
ocultos, en las escenas opuestas a la vista.
Escapan, ahora sí, en rápida estampida,
los ocupantes y protagonistas de este ágil
filme líquido, cuyas secuencias saltan
de la moviola que proyecta pasado, presente
y futuro, temporizados en la lluvia . . .


A Remedios Zapata López

El tao de Silvia
Como una muchacha pescadora
de un poema de Chi Wen,
atado a la cintura un delantal
azul como el mar, en la cabeza
un sombrero de bambú, la pintora
otea el horizonte. Lleva enrollado
el lienzo alquitranado
para envolver su captura:
unas bandadas de aves,
las espumas y el viento,
la tormenta y las profundidades,
los pinos costeros inclinados,
los colores, los celajes
de las estaciones del Cielo.


El sartal del ruiseñor

Los niños, hacían girar sus peonzas
multicolores, en Maaloula, en el camino
hacia Damasco, y hablaban una lengua
antigua, en la cual se expresaba
el dulce Isâ, cuando de paso
anduvo por la tierra.
Los niños jugaban en su recreo, a la imitación
del samâ, levantando polvaredas
y riendo al caminante. Les mirabas
tú, y les devolvías la sonrisa,
a la vez que a tu mente acudían
las palabras atrevidas y sublimes
que un hadith oyera a su Amado:                  
"De no haber existido tú, no habría
creado yo las esferas
Vino la noche sobre el rosal polvoriento,
de pequeñas rosas olorosas, color marfil          
y vino nuevo.
 El ave ubicua, el pequeño
ruiseñor armenio, sacudió el ambarino
yugo de su cuello, y comenzó la alabanza
del Divino Intelecto.
Sólo para la atención
del solitario:
Tria, tria, tria, triandáfila,
triandáfilaki, triandáfilon...
El novio, "a la adamasquina"
de gala todo, saltó al jardín
profundo, como saqueador
nocturno, para meterse
en la fresca alberca,
desnudo
El novio, joven
ladrón de amores, abandonó
a su soledad a la paloma
omninocturna, la zureadota,      
la tan sumisa, la que nunca
se zafa del galante asedio.
El alunarado novio, huyó
sin concluir la noche,
en alegre holgorio
con sus amigos seculares.
Y se llevó consigo la rosa
más perfecta de la rama,
la rosa adamascada,
la rosa adamantina,
la rosa adánica, la rosa
sólo ofrecida en adamar
sincero, que iba prendida
y perfumaba su lúcida barba
nigrescente y aljofarada.
Tria, tria, tria, triandáfila,
triandáfilaki, triandáfilon.


Soren Peñalver

Poeta de la revolución cultural (siglo xx)

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