El Intruso-Delmira Agustina






Delmira Agustini :

Nació en Montevideo el 24 de octubre de 1887. Muy temprano llamó la Musa a su puerta y es cuando escribe sus primeros poemas. En 1902 colabora en publicaciones periódicas nacionales y extranjeras. En 1907 edita su primer poemario, El libro blanco, a  el que le sigue Cantos de la mañana. En 1910 Los cálices vacíos. En julio de 1914 muere trágicamente en la ciudad donde nació Montevideo. 
El intruso

Amor, la noche estaba trágica y sollozante
Cuando tu llave de oro cantó en mi cerradura;
Luego, la puerta abierta sobre la sombra helante
Tu forma fue una mancha de luz y de blancura.
Todo aquí lo alumbraron tus ojos de diamante;
Bebieron en mi copa tus labios de frescura,
Y descansó en mi almohada tu cabeza fragante;
Me encantó tu descaro y adoré tu locura.
¡Y hoy río si tú ríes, y canto si tú cantas;
Y si tú duermes, duermo como un perro a tus plantas!
¡Hoy llevo hasta en mi sombra tu olor de primavera;
Y tiemblo si tu mano toca la cerradura;
Y bendigo la noche sollozante y oscura
Que floreció en mi vida tu boca tempranera!


La violeta

Hay belleza en el lirio inmaculado
De majestad emblema,
Hay belleza en el cáliz nacarino
De la blanca azucena,
Hay belleza en la rosa purpurina
Y en el albo reseda,
Hay belleza en la nítida corola
De la nívea camelia,
Hay belleza en el pálido junquillo
Y en la suave diamela,
Hay belleza en el triste pensamiento
Y no hay flor en la cual no haya belleza,
Pero hay una que es flor entre las flores
Con ser la más modesta,
Una flor de fragancia incomparable,
Delicada y pequeña,
Una flor que en un lecho de esmeraldas
Oculta su belleza,
Una flor que un encanto misterioso
En su cáliz encierra,
Un encanto ideal, indefinible,
Que no hay flor que contenga,
Una flor para mí como ninguna,
Una flor que se llama ¡la violeta!


La Esperanza

Soy el dulce consuelo del que sufre,
Soy bálsamo que alienta al afligido,
Y soy quien muchas veces salva al hombre
Del crimen o el suicidio.

Yo le sirvo al mortal que me alimenta
Contra el dolor de sin igual muralla,
Soy quien seca su llanto dolorido
Y calma su pesar ¡Soy la Esperanza!

Ojos-Nidos

Para mi madre
Entre el espeso follaje
De una selva de pestañas
Hay dos nidos luminosos
Como dos flores fantásticas.
¡Nidos de negros fulgores!
¡De oscuras vibrantes llamas!

Y allá: dentro de esa selva
De follaje negro, espléndido,
En el fondo de esos nidos
Como flores de destellos,
¡Agita sus ígneas alas
El ave del Pensamiento!


En un álbum

Cuando abriendo tu boca perfumada,
La voz dulce y perlada
De tu bella garganta haces brotar,
En voces de sirenas ideales,
Y en arpas de sonidos celestiales,
A mí me haces pensar.

Cuando miro tu cuello alabastrino
Y tu cuerpo divino
Que al de Venus la diosa ha de igualar,
Del mármol la blancura,
Y del cisne la olímpica figura,
Me haces recordar.

¡Cuántas veces ligera como un hada,
Te he visto yo ocupada
En las dulces tareas del hogar,
Y entonces a mi madre,
Y Carlota de Werther heroína,
Me has hecho recordar!

En un álbum

La belleza más pura y delicada
Se refleja en tu rostro juvenil,
Eres ninfa risueña, eres un hada,
Eres flor de algún célico pensil.

Es tu espesa y sedosa cabellera
Una inmensa cascada de hebras de oro,
La corona de un rey jamás valiera
Lo que vale ese aurífero tesoro.

Dos azules zafiros son tus ojos,
Que iluminan tu rostro angelical,
Y tus labios delgados son tan rojos
Que podrían llamarse de coral.

Son tus manos dos blancas mariposas
O dos flores talladas en marfil,
Y tus frescas mejillas son dos rosas
Que recién ha entreabierto el sol de Abril.

Es mi estilo muy tosco e imperfecto
Y no puedo expresar, en su rudeza,
Lo que vale tu rostro tan perfecto,
Desbordante de célica belleza.



Poesía

¡Poesía inmortal, cantarte anhelo!
¡Mas mil esfuerzos he de hacer en vano!
¿Acaso puede al esplendente cielo
Subir altivo el infeliz gusano?

Tú eres la sirena misteriosa
Que atrae con su voz al navegante,
¡Eres la estrella blanca y luminosa!
¡El torrente espumoso y palpitante!

Eres la brisa perfumada y suave
Que juguetea en el vergel florido,
¡Eres la inquieta y trinadora ave
Que en el verde naranjo cuelga el nido!

Eres la onda de imperial grandeza
Que altiva rueda vomitando espuma,
¡Eres el cisne de sin par belleza
que surca el lodo sin manchar su pluma!

Eres la flor que al despuntar la aurora
Entreabre el cáliz de perfume lleno,
¡Una perla blanquísima que mora
Del mar del alma en el profundo seno!

¿Y yo quién soy, que en mi delirio anhelo
Alzar mi voz para ensalzar tus galas?
¡Un gusano que anhela ir hasta el cielo!
¡Que pretende volar sin tener alas!


La fantasía


La fantasía, misteriosa hada
A cuyo paso vigoroso, queda,
De perlas astros irisada nácar
Y níveas flores, delicada estela.

Es el astro celeste que nos guía
A la dulce región de la quimera
Por un albo camino que el ensueño
Formó con lirios, azahar y perlas.

Un camino ignorado para el vulgo
Y que sólo conocen los poetas,
Soñar es necesario para verlo
¡Y las almas vulgares nunca sueñan!

Es la maga ideal que nos envuelve
De la ilusión en el rosado velo.
¡La copa de marfil en que apuramos
El néctar delicioso del ensueño!

Es la llave de oro con que abrimos
La mansión ideal de la poesía,
¡Y en la mente agitada del artista
Es un rayo de luz la fantasía!



Flor Nocturna

Cuando la noche tendiendo
Su manto de gasa negra
La silenciosa campiña
Envuelve en sombras funéreas,
Cuando allá en el firmamento
Las argentinas estrellas
Semejan ígneas pupilas
Que inmóviles nos contemplan,
Cuando las aves nocturnas
Exhalan lúgubres quejas
Que vibran en el silencio
Monótonas y siniestras,
Cuando el genio de las sombras
De su letargo despierta,
E invisible en torno nuestro
Se agita y revolotea,
Entonces, entre el follaje
Tímidamente encubierta,
Pálida flor, entreabres,
Tu corola marfileña,
Tu corola que del día
Al primer albor se cierra,
Para reabrirse al helado
Contacto de la tiniebla,
¡Hastiada siempre de lumbre!
¡Siempre de sombras sedienta!

¡Extraño destino el tuyo!
El día te encuentra muerta,
Tu triste vida concluye
Cuando la nuestra comienza.
Mas cuando tu cáliz abres
Nuestras pupilas se cierran...
Y entonces tal vez tu vida
Más dulce y pálida sea,
Allá perdida en las sombras
Entre el follaje encubierta,
¡Lejos de envidias y odios!
¡Lejos de traiciones negras!

Sigue tu vida, abre siempre
Cuando la noche comienza,
Y al primer albor del día
Tu cáliz de nácar, cierra,
Para abrirlo al helado
Contacto de la tiniebla,
¡Hastiada siempre de lumbre!
¡Siempre de sombras sedienta!

En el álbum de la señorita E.T

Tus grandes ojos de oriental pupila,
Vivos fulgores sin cesar irradian,
¡Son dos trozos de lumbre desprendidos
Del sol esplendoroso de la Arabia!

Son dos fúlgidos astros cuyo brillo
Apenas nubla tu pestaña negra,
Son dos astros... y tienen del abismo
La atracción, el misterio y las tinieblas.

Son dos diamantes negros engarzados
Bajo una frente de azahar y nardo,
¡Una frente divina que coronan
Sedosos bucles de reflejos áureos!

De tu perfil las armoniosas líneas,
Por su pureza sin igual asombran,
Sin duda un ángel las formó teniendo
Por modelo el semblante de una diosa.

Es tu pequeña y primorosa boca
Gracioso estuche de coral y perlas,
¡Una purpúrea flor en cuyo cáliz
Lloró la aurora sus celestes penas!

Pero a pesar del brillo esplendoroso
Que irradian tus pupilas musulmanas,
A pesar de tus nítidas facciones
Y de tu frente pálida,
Y a pesar de tus labios purpurinos
Y tus dientes de nácar
¡La ideal belleza de tu faz no excede
A la inefable y pura de tu alma!



¡Artistas!

Cuando el nimbo de la gloria resplandece en vuestras frentes,
Veis que en pos de vuestros pasos van dos sombras que inclementes
Sin desmayos ni fatigas os persiguen con afán;
Son la envidia y la calumnia, dos hermanas maldecidas,
Siempre juntas van y vienen por la fiebre consumidas,
Impotentes y orgullosas -son dos sierpes venenosas
Cuya mísera ponzoña sólo a ellas causa mal.

Alevosas y siniestras cuando tratan de atacaros;
Temerosas de la lumbre, siempre buscan el misterio.
Más, burlaos de sus iras: ¡nada pueden! y el artista
Tiene un arma irresistible para ellas: ¡el desprecio!



Fantasmas

Célicas legiones de hadas vaporosas
En vaivén gracioso van y van pasando;
Son las ilusiones tenues, sonrosadas,
Son los sueños níveos, impalpables, diáfanos.
Llegan a mi oído y al pasar se inclinan.
Himnos de esperanza quedo susurrando;

Son las ilusiones,
Los ensueños blancos,
Que entre frescas rosas y espumosos lirios
En bisel dorado,
Suaves nos deslizan
A través del mundo, ¡piélago encrespado!
Arrojando flores
Sobre los escollos que encuentran al paso!

Son las ilusiones
Los ensueños blancos,
Son los compañeros,
Los amigos dulces de los pocos años.

Son las ilusiones
Los ensueños blancos.

Los celestes bandos de hadas vaporosas
En vaivén gracioso van y van pasando,
Himnos de esperanza
Quedó susurrando,
Son las ilusiones,
Los ensueños blancos.

Pero, ¡cosa extraña! Mis risueñas hadas
Las pupilas ígneas abren con espanto.
Aterrados huyen
Los alegres bandos...
Siento frío... tiemblo... Junto a mí se yergue
Un fantasma raro,
De pupilas negras, insondables, duras,
De ambarino cutis y terrosos labios.
Cúbrelo un espeso,
Renegrido manto.
Todo en él es frío, ¡hasta de sus ojos
El fulgor extraño!
Fuego incomprensible, que cegando hiela;
Fuego inexplicable, que deslumbra enfriando;
Viene a mí, se inclina; sus pupilas negras
Sobre mí ha fijado,
Mi aterido cuerpo
Tiembla y se contrae en terrible espasmo.
El fantasma oprime mi marmórea frente
Con su dedo helado;
Y fijando ahora su mirada dura
En mis níveos sueños que ya están lejanos,
Con desprecio y odio
Agitado mueve los terrosos labios.
Luego a mí se vuelve
Y hacia sí me trae en estrecho abrazo;
A mi oído acerca su nerviosa boca,
Con acento intenso, convincente, trágico,
-¡¡Mienten!! -dice- ¡¡Mienten!! -Luego me abandona
Y se va, dejando
En mi frente, impresa,
La invisible huella de su dedo helado!

¡Pobres ilusiones!
¡Pobres sueños blancos!

Ha pasado el tiempo
Sobre mí; los años
Con profundas huellas
Marcaron su paso,
Y jamás han vuelto
Ni las ilusiones, ni los sueños blancos.
¡Pobres ilusiones!
¡Pobres sueños blancos!
Es que aquel fantasma demacrado y frío
Era el Desengaño;
Y al tocar mi frente dejó en ella impresa
la indeleble huella de su dedo helado!

¡Pobres ilusiones!
¡Pobres sueños blancos!



La duda

Vino: dos alas sombrías
Vibraron sobre mi frente,
Sentí una mano inclemente
Oprimir las sienes mías.

Sentí dos abejas frías
Clavarse en mi boca ardiente;
Sentí el mirar persistente
De dos órbitas vacías.

Llegó esa mirada ansiosa
A mi corazón deshecho,
Huyó de mí presurosa
Para no volver, la calma,
Y allá en el fondo del pecho
Sentí morir mi alma!



Monostrofe

Hay un tétrico fantasma que en el cáliz de mi vida
Va vertiendo amargas gotas de una esencia maldecida
Que me enerva y envenena, que consume mi razón;
Y si un grito suplicante, si una tímida protesta
Brotan hondos, desgarrantes de mi alma dolorida,
El maléfico fantasma impasible me contesta
Con sarcástica sonrisa que me hiela el corazón.

Viene

Blandos preludios,
Nievan orquídeas opalinas, pálidas;
Lánguidos lirios soñolientos riman

Estrofas perfumadas.
Hay roces blancos, leves,
Hay notas leves, blancas...

Viene... es ella, es mi musa,
La suave niña de los ojos de ámbar;
Es mi musa enfermiza: la ojerosa,
La más honda y precoz, la musa extraña!

Es pálida, muy pálida, en sus ojos
Bate el Enigma sus pesadas alas;
En las cadencias de su blanda marcha
Los misterios desmayan...
Es la musa enferma, la ojerosa,
La más honda y precoz, la musa extraña!

Viene... no trae lira
La suave niña de los ojos de ámbar...
Ella canta sin lira,
Mi dulce musa extraña!
Sus lánguidos arpegios,
Sus vibraciones de pasión, arranca,
Con angustias que crispan,
¡A las fibras sensibles de su alma!

¡Ven, canta, canta!
¡Oh, mi musa enfermiza!
¡Oh, mi musa precoz, mi musa extraña!




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