Poetas del Mundo-Rubén Darío-¡EHEU!




Rubén Darío

Nació el 18 de enero de 1867 en San Pedro de Metapa, hoy Ciudad Darío, Matagalpa, Nicaragua.
Primer hijo de Manuel García y Rosa Sarmiento. Fue criado por su abuela tras la separación de sus padres.
A los 14 años se trasladó a Managua donde trabajó como secretario en la Biblioteca Nacional. Por entonces ya es reconocido llamándole el “poeta-niño”. Se hospeda en casa del doctor Modesto Barrios, quien le acompañó a fiestas y tertulias literarias.

En 1882, cuando cuenta 15 años, se enamora de Rosario Emelina Murillo, con la que pretende casarse. Amigos y familiares para evitar el matrimonio le embarca para El Salvador. Pocos meses después regresó y reanudó su noviazgo con Rosario, a quien en su obra Azul llamó " garza morena ". Sin embargo, al enterarse de algo de Rosario durante su ausencia, decida irse del país.



En el año 1892 viajó a España como representante del Gobierno nicaragüense para asistir a los actos de celebración del IV Centenario del descubrimiento de América. Tras viajar por distintos países, residió en Buenos Aires, donde trabajó para el diario La Nación. En 1898 regresa a España como corresponsal y alterna su residencia entre París y Madrid, donde en 1900, conoce a Francisca Sánchez, mujer de origen campesino con la que se casó por lo civil y tuvo cuatro hijos, de los cuales sólo uno sobrevivirá, Rubén Darío Sánchez, "Guincho". Con ella convivió hasta casi el final de sus días. Rubén la llevó a París donde le presentó a sus amigos. Francisca era analfabeta cuando conoció a Darío (Amado Nervo, Manuel Machado y su cónyuge la enseñaron a leer). Viajó de un lugar a otro sin poder presentarla en actos oficiales como su esposa, pues está por resolverse el divorcio con Rosario. En 1907 ésta se presentó en París reclamándole sus derechos de esposa; Darío trató de eludirla sin éxito. El poeta viajó a su país para obtener el divorcio, cosa que no logró.

Sus primeros poemas son una mezcla de tradicionalismo y romanticismo; Abrojos (1887) y Canto épico a las glorias de Chile (1888). Este mismo año publica Azul (1888, revisado en 1890), dividido en cuatro partes: 'Primaveral', 'Estival', 'Autumnal' e 'Invernal'. A este libro debe que sea considerado como el creador del modernismo; escritores como Ramón María del Valle-Inclán, Antonio Machado, Leopoldo Lugones o Julio Herrera y Reissig le reconocieron como el creador e instaurador de una nueva época en la poesía en lengua española.

En París entra en contacto con los poetas parnasianos y simbolistas abandonando el provincialismo por una poesía de la universalidad y cuenta su vida cotidiana pero a través de símbolos herméticos. En Prosas profanas (1896 y 1901), obra simbolista, desarrolla de nuevo el tema del amor. Formalmente creó una poesía elevada y refinada con muchos elementos decorativos y resonancias musicales; Cantos de vida y esperanza (1905) es el mejor ejemplo de ello. El canto errante (1907), es su libro, conceptualmente, más universal.

¡EHEU!

Aquí junto al mar latino,

digo la verdad
Siento en roca, aceite y vino
yo mi antigüedad.

¡Oh, qué anciano soy, Dios santo,

oh, qué anciano soy!...
¿De dónde viene mi canto?
Y yo, ¿adónde voy?

El conocerme a mi mismo

ya me va costando
muchos momentos de abismo
y el cómo y el cuándo...

Y esta claridad latina

¿de qué me sirvió
a la entrada de la mina
del yo y el no yo...?

Nefelíbata contento

creo interpretar
la confidencias del viento
la tierra y el mar...

Unas vagas confidencias

del ser y el no ser
y fragmentos de conciencias
del ahora y de ayer.

Caracol

En la playa he encontrado un caracol de oro
macizo y recamado de las perlas más finas;
Europa le ha tocado con sus manos divinas
cuando cruzó las ondas sobre el celeste toro.

He llevado a mis labios el caracol sonoro
y he suscitado el eco de las dianas marinas,
le acerqué a mis oídos y las azules minas
me han contado en voz baja su secreto tesoro.

Así la sal me llega de los vientos amargos
que en sus hinchadas velas sintió la nave Argos
cuando amaron los astros el sueño de Jasón;

y oigo un rumor de olas y un incógnito acento
y un profundo oleaje y un misterioso viento...
(el caracol la forma tiene de un corazón).

A Juan Ramón Jiménez

¿Tienes, joven amigo, ceñida la coraza 
para empezar, valiente, la divina pelea? 
¿Has visto si resiste el metal de tu idea 
la furia del mandoble y el peso de la maza? 

¿Te sientes con la sangre de la celeste raza 
que vida con los números pitagóricos crea? 
¿Y, como el fuerte Herakles al león de Nemea, 
a los sangrientos tigres del mal darías caza? 

¿Te enternece el azul de una noche tranquila? 
¿Escuchas pensativo el sonar de la esquila 
cuando el Angelus dice el alma de la tarde?... 

¿Tu corazón las voces ocultas interpreta? 
Sigue, entonces, tu rumbo de amor. Eres poeta. 
La belleza te cubra de luz y Dios te guarde.

Campoamor

Éste del cabello cano, 
como la piel del armiño, 
juntó su candor de niño 
con su experiencia de anciano; 
cuando se tiene en la mano 
un libro de tal varón, 
abeja es cada expresión 
que, volando del papel, 
deja en los labios la miel 
y pica en el corazón.

El canto errante

El cantor va por todo el mundo 

sonriente o meditabundo. 



El cantor va sobre la tierra 

en blanca paz o en roja guerra. 



Sobre el lomo del elefante 
por la enorme India alucinante. 

En palanquín y en seda fina 
por el corazón de la China; 

en automóvil en Lutecia; 
en negra góndola en Venecia; 

sobre las pampas y los llanos 
en los potros americanos; 

por el río va en la canoa, 
o se le ve sobre la proa 

de un steamer sobre el vasto mar, 
o en un vagón de sleeping-car. 

El dromedario del desierto, 
barco vivo, le lleva a un puerto. 

Sobre el raudo trineo trepa 
en la blancura de la estepa. 

O en el silencio de cristal 
que ama la aurora boreal. 

El cantor va a pie por los prados, 
entre las siembras y ganados. 

Y entra en su Londres en el tren, 
y en asno a su Jerusalén. 

Con estafetas y con malas, 
va el cantor por la humanidad. 

En canto vuela, con sus alas: 
Armonía y Eternidad.


España

Dejad que siga y bogue la galera
bajo la tempestad, sobre las olas:
va con rumbo a una Atlántida española,
en donde el porvenir calla y espera.

No se apague el rencor ni el odio muera
ante el pendón que el bárbaro enarbola:
si un día la justicia estuvo sola,
lo sentirá la humanidad entera.

Y bogue entre las olas espumeantes,
y bogue la galera que ya ha visto
cómo son las tormentas de inconstantes.

Que la raza está en pie y el brazo listo,
que va en el barco el capitán Cervantes,
y arriba flota el pabellón de Cristo.


Los cisnes

¿Qué signo haces, oh Cisne, con tu encorvado cuello
al paso de los tristes y errantes soñadores?
¿Por qué tan silencioso de ser blanco y ser bello,
tiránico a las aguas e impasible a las flores?

Yo te saludo ahora como en versos latinos
te saludara antaño Publio Ovidio Nasón.
Los mismos ruiseñores cantan los mismos trinos,
y en diferentes lenguas es la misma canción.

A vosotros mi lengua no debe ser extraña.
A Garcilaso visteis, acaso, alguna vez...
Soy un hijo de América, soy un nieto de España...
Quevedo pudo hablaros en verso en Aranjuez...

Cisnes, los abanicos de vuestras alas frescas
den a las frentes pálidas sus caricias más puras
y alejen vuestras blancas figuras pintorescas
de nuestras mentes tristes las ideas oscuras.

Brumas septentrionales nos llenan de tristezas,
se mueren nuestras rosas, se agotan nuestras palmas,
casi no hay ilusiones para nuestras cabezas,
y somos los mendigos de nuestras pobres almas.

Nos predican la guerra con águilas feroces,
gerifaltes de antaño revienen a los puños,
mas no brillan las glorias de las antiguas hoces,
ni hay Rodrigos ni Jaimes, ni hay Alfonsos ni Nuños.

Faltos del alimento que dan las grandes cosas,
¿Qué haremos los poetas sino buscar tus lagos?
A falta de laureles son muy dulces las rosas,
y a falta de victorias busquemos los halagos.

La América española como la España entera
fija está en el Oriente de su fatal destino;
yo interrogo a la Esfinge que el porvenir espera
con la interrogación de tu cuello divino.

¿Seremos entregados a los bárbaros fieros?
¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés?
¿Ya no hay nobles hidalgos ni bravos caballeros?
¿Callaremos ahora para llorar después?

He lanzado mi grito, Cisnes, entre vosotros
que habéis sido los fieles en la desilusión,
mientras siento una fuga de americanos potros
y el estertor postrero de un caduco león...

...Y un cisne negro dijo: «La noche anuncia el día».
Y uno blanco: «¡La aurora es inmortal! ¡La aurora
es inmortal!» ¡Oh tierras de sol y de armonía,
aún guarda la Esperanza la caja de Pandora!


El alma


¿Qué no hay alma? ¡Insensatos! 
Yo la he visto: es de luz... 
(Se asoma a tus pupilas 
cuando me miras tú.) 

¿Qué no hay cielo? ¡Mentira! 
¿Queréis verle? Aquí está. 
(Muestra, niña gentil, 
ese rostro sin par, 
y que de oro lo bañe 
el sol primaveral.) 

¿Qué no hay Dios? ¡Qué blasfemia! 
Yo he contemplado a Dios... 
(En aquel casto y puro 
primer beso de amor, 
cuando de nuestras almas 
las nupcias consagró.) 

¿Qué no hay infierno? Sí, hay... 
(Cállate, corazón, 
que esto bien por desgracia, 
lo sabemos tú y yo.)

Yo persigo una forma

Yo persigo una forma que no encuentra mi estilo, 
botón de pensamiento que busca ser la rosa; 
se anuncia con un beso que en mis labios se posa 
el abrazo imposible de la Venus de Milo. 

Adornan verdes palmas el blanco peristilo; 
los astros me han predicho la visión de la Diosa; 
y en mi alma reposa la luz como reposa 
el ave de la luna sobre un lago tranquilo. 

Y no hallo sino la palabra que huye, 
la iniciación melódica que de la flauta fluye 
y la barca del sueño que en el espacio boga; 

y bajo la ventana de mi Bella-Durmiente, 
el sollozo continuo del chorro de la fuente 
y el cuello del gran cisne blanco que me interroga.

Rubén Darío

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