Poetas del mundo- José Batres Montúfar

José Batres Montúfar nació en San Salvador en 1809.
Ciudad de Guatemala, octubre de 2009/ Escritor, político, militar e ingeniero, nació en la ciudad de San Salvador, El Salvador, hijo de don José Mariano Batres y Asturias y de doña Mercedes Montúfar y Coronado.
Por los años de 1824 y 1825 estudió matemáticas bajo la dirección del Coronel de Artillería don Manuel Arzú, sin abandonar el cultivo de las letras, en la recién creada academia militar, de donde egresó con los despachos de subteniente de artillería. En 1826, a los 18 años de edad, tomó parte en la batalla de Milingo y en la localidad de Mexicanos fue hecho prisionero por los salvadoreños. Estuvo encarcelado casi un año, volviendo a Guatemala en 1830. Pepe Batres, como también se le conoce, dispuso estudiar ingeniería y el 14 de diciembre de 1835 obtuvo el título de ingeniero tipógrafo.
 Falleció en la ciudad de Guatemala, el 9 de julio de 1844, a la edad de 35 años.

Yo pienso en ti
Yo pienso en ti, tú vives en mi mente
sola, fija, sin tregua, a toda hora,
aunque tal vez el rostro indiferente
no deje reflejar sobre mi frente
la llama que en silencio me devora.
En mi lóbrega y yerta fantasía
brilla tu imagen apacible y pura,
como el rayo de luz que el sol envía
a través de una bóveda sombría
al roto mármol de una sepultura.
Callado, inerte, en estupor profundo,
mi corazón se embarga y se enajena
y allá en su centro vibra moribundo
cuando entre el vano estrépito del mundo
la melodía de tu nombre suena.
Sin lucha, sin afán y sin lamento,
sin agitarme en ciego frenesí,
sin proferir un solo, un leve acento,
las largas horas de la noche cuento
¡y pienso en ti!
Romance
Es un joven desgraciado
cómo una rosa marchita,
frescura y color le quita
el sol que la ha marchitado.
Apenas la sombra queda
de la forma que perdió:
Ya el olor se disipó,
no hay quién volvérselo pueda.
Huye de todo consuelo,
que el infeliz no le tiene:
Ni esperanza le mantiene,
éste grato don del cielo.
En su profundo estupor
y desesperada calma,
ya no lisonjea su alma
ni la gloria ni el honor.
Cómo un volcán abrazado
su adolescencia pasará,
¡cuán violento palpitará
su corazón arrojado!
Hoy para él todo está muerto
que el corazón arrogante
cayó frío en un instante
y de tristeza cubierto.
Otro hombre jamás ha habido
que algún bien no haya gozado;
más él siempre desgraciado
y nunca dichoso ha sido.
La esperanza ni una vez
vino a alimentarle un rato;
no tendrá un recuerdo grato
con qué aliviar su vejez.
Mírale, tierna doncella,
mira aquella alma postrada;
que enciende una tu mirada
la vida que aún resta en ella.
Para la piedad naciste,
tu misión es la ternura;
no seas con él tan dura;
velo: casi ya no existe.
Más ¿rehúsas doncella hermosa,
dar fin a tan cruel tormento?
¿No te mueve ni un momento
su desdicha lastimosa?
Ya su mal está calmado
¡Oh muerte! ¡Oh nada desierta!
abre, eternidad, tu puerta
para que entre un desgraciado

Comentarios